EL LEGADO DE MARTHA:

Pasado, presente y futuro de las especies, los ecosistemas y la subsistencia de los seres humanos

Dr. Cristián Samper

Wildlife Conservation Society

Resumen de una presentación redactada para el Congreso IUCN en Jeju, Corea

Septiembre de 2012

El 1° de septiembre de 1914, hace casi 100 años, falleció la última paloma migratoria en una jaula del Cincinnati Zoo después de vivir muchos años en cautiverio. Su nombre era Martha. Era el último ejemplar de su clase y, con ella, se extinguió esta especie extraordinaria. 


Lo que la mayoría de las personas no sabe es que la paloma migratoria fue probablemente la especie de ave más abundante del planeta, con una población aproximada de más de 5 mil millones de ejemplares. Las primeras crónicas nos aportan información sobre su historia natural. Migraban sobre áreas muy extensas del este de los Estados Unidos, donde buscaban árboles que producían frutos forestales y habitaban en sus nidos con cientos de miles de pájaros. Los habitantes locales cazaban las palomas de a miles y las enviaban a grandes ciudades como Nueva York.

Sin embargo, la historia de Martha nos permite mirar hacia el pasado y nos cuenta sobre los cambios que se produjeron hace un siglo. Como consecuencia de la Revolución Industrial del Siglo XIX, se construyeron diversas carreteras en todo el país con la finalidad de expandir las nuevas fronteras de la agricultura. Los paisajes de los Estados Unidos se transformaron a un nivel nunca antes visto, hasta ese momento, con el fin de proporcionar recursos naturales a las grandes áreas urbanas.

En la misma época, otra especie muy importante estaba desapareciendo con rapidez. Hablamos del bisonte o búfalo americano, el mamífero terrestre más grande de América del Norte, que solía recorrer las praderas en manadas compuestas por miles de ejemplares. Se trataba de una especie muy importante para la forma de vida de los estadounidenses nativos. El gobierno de los Estados Unidos fomentó de manera activa la caza de millones de bisontes como una estrategia deliberada para afectar a las tribus indígenas. Hacia el año 1900, quedaban menos de 2.000 bisontes vivos. Pero esta historia tiene otro final. El Bronx Zoo, que en la actualidad es administrado por la Wildlife Conservation Society, estableció un programa de cría en cautiverio y volvió a introducir al bisonte en algunas partes de su hábitat natural. Algunos parques nacionales como Yellowstone ofrecieron refugio a pequeñas manadas y algunos rancheros mantuvieron al bisonte en su hábitat. Después de décadas de trabajo de protección y recuperación, en la actualidad, habitan medio millón de bisontes en América del Norte. Esta historia demuestra que nuestros esfuerzos pueden cambiar el futuro y, en este caso, salvar a las especies al borde de la extinción.

Cien años más tarde, el mundo continúa cambiando y estamos perdiendo muchas especies a pesar de nuestros mejores esfuerzos. A principios de este año, el Solitario George murió en cautiverio en las Islas Galápagos, lo que marcó la extinción de otra especie de la Tortuga de las Galápagos. Según un informe de la IUCN Species Survival Commission, más de 19.000 especies de las 65.000 evaluadas a la fecha se encuentran en peligro de extinción. Más de la mitad de las 328 especies de tortugas marinas y terrestres del mundo están en peligro de extinción, en su mayoría en Asia. Los datos provenientes de África son alarmantes e indican que la caza furtiva de especies tales como elefantes y rinocerontes ha aumentado en forma drástica durante el año pasado, en su mayoría impulsada por el comercio ilegal a nivel internacional. Este impacto alcanza no solo la tierra sino también el océano, donde se están cazando tiburones de manera indiscriminada. La buena noticia es que podemos hacer algo juntos y evitar que se repita la historia de Martha.

Los cambios que se producen en la tierra y el mar no sólo afectan a otras especies, sino que afectan a nuestras propias vidas. Dependemos de estas especies y ecosistemas para nuestra propia subsistencia y bienestar. El año pasado se produjeron dos hitos importantes. Nuestra población alcanzó los siete mil millones de personas. Siete mil millones de personas que necesitan alimentos, agua y energía para su vida cotidiana y tienen una aspiración legítima de alcanzar una mejor forma de vida para ellos y sus hijos. El segundo hito es que más del 50% de nosotros vive en ciudades. Somos una especie cada vez más urbana y ello presenta nuevos desafíos y nuevas oportunidades. Cada vez más, las grandes ciudades dependen de otras partes del mundo para abastecer de alimentos, agua y energía a millones de personas. Ciudades como Nueva York, Tokio y Seúl están afectando las especies y los ecosistemas de todo el planeta.

Este año se cumple el vigésimo aniversario de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Muchos de nosotros vimos esto como un punto de inflexión, un momento en el que el mundo adoptó un nuevo paradigma de desarrollo. Nos hemos dado cuenta de que el crecimiento económico y la justicia social no se pueden alcanzar a expensas del medio ambiente. Hemos progresado en las últimas décadas. Por ejemplo, el consumo de las sustancias que agotan el ozono disminuyó un 93% desde 1992. Hemos resguardado grandes áreas del planeta para la conservación: el 13% de la superficie de la tierra, el 7% del área costera y el 1,3% de los océanos del mundo están protegidos. Pero desde 1992, hemos perdido más de 300 millones de hectáreas de bosque, sólo el 10% de los bosques del mundo se encuentran bajo manejo sustentable y la cantidad de reservas pesqueras sobreexplotadas, agotadas o en recuperación aumentó un 33%. Los casquetes polares se derriten cada día más rápido, lo que amenaza diversos ecosistemas y especies del Ártico.

La huella humana está creciendo todos los días y los desafíos son diversos: ¿Cómo aumentaremos la producción de alimentos en un 50% durante los próximos 50 años? ¿Cómo podemos reducir las emisiones de dióxido de carbono sin obstaculizar el crecimiento económico e industrial? ¿Cómo podemos reducir el impacto de las especies invasivas que se extienden en un mundo cada vez más globalizado? ¿Cómo podemos crear mecanismos de supervisión eficaces y generar mayor conciencia relacionada con el vínculo entre personas y naturaleza? ¿Cómo podemos aprovechar las nuevas tecnologías para mejorar el intercambio de información para la conservación? ¿Cómo podemos proteger las especies y los ecosistemas para garantizar su permanencia en las futuras generaciones? Estas son las preguntas y los desafíos que abordaremos durante este congreso. Podemos construir sobre nuestros aciertos y aprender de nuestros errores. Podemos unirnos en objetivos comunes y llegar a las partes interesadas que hoy no están aquí reunidas.

Las metas de Aichi adoptadas por la Convención de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica el año pasado nos proporcionan una guía y un conjunto común de metas. Sabemos lo que se debe hacer. Ahora, nuestro desafío consiste en desarrollar el compromiso de los gobiernos, la industria y la sociedad civil para implementar nuestras decisiones y desarrollar la capacidad necesaria para lograr alcanzar esas metas.

Las decisiones que tomemos hoy determinarán el mundo dentro de 100 años. Asia está siendo testigo de muchos de los cambios que se produjeron en América del Norte hace un siglo. ¿Qué lecciones podemos aprender de la historia de Martha y qué podemos hacer para asegurarnos de que no vuelva a ocurrir? Las personas, las instituciones y los gobiernos similares a los representados hoy en IUCN hicieron posible la recuperación del Bisonte Americano. Es esa aspiración la que nos une hoy en Jeju y la que inspirará nuestro trabajo durante los próximos diez días. Mediante el trabajo conjunto, podemos ayudar a dar forma a un futuro en que las personas vivan en armonía con la naturaleza.